MESSI, SIEMPRE MESSI...

Hace 33 años, nacía Lionel, en su Rosario querida. Desde el día uno se lo pudo observar -en un principio por su familia- junto a una pelota: sea del material que sea. Hoy es el enano más grande del mundo.

De pasar a ser rechazado por River por su pequeña condición física, fue a probar suerte a España. Más precisamente Barcelona. Allí solo le bastó una prueba para que el club catalán se haga cargo del costoso tratamiento médico que necesitaba para poder crecer. Innumerables inyecciones soportó.

Sufrió mucho: desde esas hormonas inyectables hasta las absurdas críticas por parte de una sociedad enferma como la argentina. Y tranquilamente pudo haber optado por usar los colores de España, donde lo esperaban con los brazos abiertos. Pero no, Messi es más argentino que el colectivo y el dulce de leche, y así lo evidencia siempre.

La espina que aún tiene puesta es la de no poder darle a su país un campeonato mundial, la misma sensación es compartida por muchos de sus administradores. Aunque, está claro que no es necesario que se retire con la Copa del Mundo bajo su brazo ya que su nombre se encuentra grabado junto al de los mejores de la historia. Él ya ganó.

¿Por qué ya ganó? Es fácil fundamentar. El ya ganó: por su simpleza, naturalidad, argentinidad, sencillez y generosidad. También ya ganó porque a nivel futbolístico lo ha hecho todo, desde un gol apilando rivales desde mitad de cancha hasta goles con pierna derecha.

Probablemente le quede resto para disputar el mundial de Qatar 2022. El mundo desea ver a Messi allí -en el que quizás sea su último mundial-. Hasta el día de la fecha, Leo marcó 699 goles: 629 con Barcelona y 70 con la Selección Argentina.

MESSI, SIEMPRE MESSI...